lunes, 4 de octubre de 2010

"Historia y geografía"



Una lectura de Nocturnidad del viento, poema / libro de Mateo Morrison,
por Kianny Antigua


Todo lo que existe, lo que pienso al ir muriendo o viviendo que a veces es igual, escribo. Una muerte carnal, sexual o espiritual vivimos aquellos que nos trasladamos como viento a la nocturnidad. La voz, en esta obra de Mateo Morrison, no narra, coexiste; refleja un conjunto de paralelos y sinónimos de vida, con todas sus complejidades, odiseas, pasado, fallecimiento, sexo, agonía, sentidos, creencias, movimiento e inercia. Nocturnidad del viento es un billete de ida hacia la geografía y la historia del ser.

Si seguimos un orden cronológico de los versos, notaremos que el primero nos habla de historia, de cruces huecas y pesadas que heredamos, como diría Jung, un inconsciente colectivo de valores y sentimientos que como el dolor, apenas soporta el cuerpo. “Habitado de antiguos vacíos”, la voz poética comienza su día ya cargado de espasmos y bagazos ajenos pero tan suyos como su camisa.

Luego pasa revista a la razón y a la geografía; entiende “las miradas tristes” desde antes de la risa, o de entender el porqué nos reímos. Un viaje a través de la geografía de la memoria, de un retrato, de una isla, de un Caribe expulsado de los continentes, de un río que transporta huesos y carnes, de espíritus que, como su fe, se han ido con el viento.

En una de las numerosas lecturas hechas a este mundo llamado poema, Fernando Cabrera anota que “[a]l leer Nocturnidad el viento contemplamos en Mateo una intención de fabulación, una preocupación un tanto mítica”; sin embargo, a pesar del valor polisémico y plural que nos regala la poesía, difiero con la idea de ver esta obra con objetivo legendario o quimérico. Más bien lo veo desde una perspectiva humana. Las fábulas, aunque sé que no todas, incluyen cuadrúpedos con voces y aquí el único animal es el hombre mismo, el ser que razona y analiza su miseria, presente, heredada y maldita. Pese a ello, me maravilla cuando dice que la voz lírica de “[…] Morrison se descubre aliento de muerte, el ser que se avecina a la nada sin heroísmo, ni esperanza”.

Sentados los ojos en “un banco del parque”, las entrañas sienten todos los dolores: “desde ahí divisaba entre nubes / un rostro inserto en el caribe / que me enviaba desde el centro de la paternidad / un mensaje de olas desplazándose con amor / no había dolor que yo no tuviera en mis adentros / ni brisa que no me circundara”. El viento que en el título se personifica, aquí funge como halo de esperanza, viento que acompaña, que es amigo en la oscuridad. Según los simbolistas, los vientos no son meramente corrientes de aires sino que también son manifestaciones con intenciones divinas. Dos características son de primordial importancia: lo imprevisible del viento y su habilidad de producir efectos dramáticos a pesar de su invisibilidad[1]. La noche, ¿quién no conoce la magia de la noche? ¿Cuál de nosotros no la ha sentido emborracharnos, envenenar nuestro juicio? ¿Quién no se ha perdido? ¿Quién no se busca? ¿Acaso nos hemos encontrado? De José Rafael Lantigua cito: “La ciudad y el asombro le circunvalan el rostro, la sombra asfixia su libertad”, y yo insisto y pregunto: ¿Acaso algunas vez hemos sido libres de nosotros mismos?

Ah, pero no todo se queda en la historia y en la agonía de la sonrisa. Hay mujer, hay sexo, hay gesto movedor de estatuas. Calle, rama que crece, vapores que quitan la respiración, “muere la rama”. “[…] [L]a nocturnidad cubre al hombre; lo hace invisible, el vacío de la negritud apaga los colores sobre su frente”, dice Lilianne Pérez Marchand, bien, siendo “la nocturnidad” femenina, ¡consiento! Batalla carnal que atraviesa heridas para curarlas… Entonces nació la ciencia y combatió la religión y todos fuimos siervos en un espacio “donde la muerte y la vida se abrazaban”.

Lo siento pero aquí no hay espacio para “la última sonrisa”, aquí nació un poema que recrea los mundos análogos del hombre: el de antes, el de afuera, el efímero, el tangible, el de hoy, y el de adentro. Dolor, historia y geografía que se benefician del hechizo de la noche y del poder del viento para subirse los pantalones y disfrutar de ser.

Kianny Antigua.

4ª Feria del libro dominicano en los Estados Unidos.

Octubre de 2010.


[1] Hans Biedermann: Diccionario de simbolismos. Traducción mía.

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