viernes, 4 de junio de 2010

Reseña de Otros malditos cuentos, de Kianny N. Antigua por Jay Campo

Entre las especialidades de la narrativa norteamericana, el cuento ocupa un lugar de primer orden. Es un género que no depende de un solo incidente o de una tragedia para impactar, depende también de situaciones que a veces parecen absurdas y pueden llevarnos a mostrar una expresión de asombro. Howard Phillips Lovecraft escribió muchos cuentos memorables, pero quien llevó el cuento casi a la perfección fue Poe. Basta recordar la “Casa Usher” o “El corazón delator”. Kianny N. Antigua podría ser una alumna osada de aquellos autores. En su segundo libro 9 Iris y otros malditos cuentos hay una mezcla de relatos que van desde lo irreverente, (como para recordar a Charles Bukowski, malvado por excelencia), hasta lo inverosímil y simbólico, como en los cuentos de Flannery O‘Connor. Pero también podríamos encontrar similitudes con Jack London, porque en algunos de los cuentos de Kianny hay poesía en la vida de los perdedores. En este segundo libro de Antigua, está la muchacha que de manera intempestiva duerme con un hombre al que jamás había visto, el artesano que llega al grado de la locura soñando con sacarse la lotería, la mujer que en la postrimería de su vida desea ser una niña de cuatro años. Algunos de los relatos están cargados de humor negro y de cierto folclor latinoamericano. Pero de todos los cuentos, el más notable es “El pez de Ramón”, en el que, a pesar el factor descriptivo no parece muy fuerte, hay un elemento anecdotario fuera de lo común.

Compartimos un mundo donde los temas, como la indumentaria se clonan. Por ello, pese a algunos gazapos, “El pez de Ramón” podría constituir algún tipo de alivio. En este relato el narrador lanza una mirada compasiva a los personajes y muestra la miseria y el ambiente de abandono y soledad en la que vive Ramón, que lo lleva a olvidarse de sí mismo y de su madre, quien sucumbe antes de tiempo y antes de que la vida y el entorno del protagonista alcancen un grado que parecen estar no sólo al límite de la locura, sino de lo indescriptible. Es una trama que lentamente va indicando el camino que llegará hasta un fin que de por sí, podría ser extraño, pero no sorpresivo. La intriga gira en torno a lo que habrá de pasar o lo qué pasó con el pez que Ramón compró y que crece de manera exagerada. ¿Se volverá Ramón un pez? ¿Dejó Ramón el pez abandonado? ¿Por qué la casa huele a muerte? En todo caso, en las situaciones absurdas que se presentan en este relato, con problemas del común vivir, hay cierta protesta cargada de poesía, una poesía que denuncia el orden injusto de la cadena alimenticia en la que vemos los peces más bellos del planeta devorados por monstruos marinos, que se meten en los sueños de hombres henchidos por una esperanza patética hasta el punto de que le provocan la muerte.

Como dije anteriormente, “El pez de Ramón” da un toque refrescante a nuestra narrativa, aunque en la variedad de registros que expresa Kianny en este, su segundo libro, no debemos dejar pasar por alto que se advierte cierta premura en la publicación, y tal vez sólo una mirada fugaz a situaciones, que en algunos de los cuentos, parecen confusas y contradictorias, incluso, en desenlaces que, a veces parecen traídos de los cabellos. No obstante la narración es entretenida y funciona, a pesar de la ausencia de ambientes llenos de misterio, que bien hubieran podido enriquecer muchos de sus relatos, aunque este es un elemento latente en el cuento “Evocaciones” se podría decir que dada la irreverencia de algunos de los personajes, el narrador escribe al desgaire, al margen de cualquier opinión que afecte la autocomplacencia o el deleite de alguien que ama sus textos. Sin embargo, quizá mi opinión última, sólo sea el punto de vista de un gendarme, que a fin de cuentas no llega a detective. En fin, Antigua, es una joven escritora que, dado su talento y sus deseos de crear una obra imperecedera aún tiene mucho que darnos y nosotros, aún esperamos mucho de ella. Gracias.

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